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Más aventuras en el cuidado de mascotas

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13 de julio 2025

por Dr. David Fialkoff, editor/publicador

Estoy cuidando mascotas de nuevo aquí en la colonia Allende. Yasna, del segundo piso, quien es la cuidadora principal de Canela, la perrita perfecta, se fue a Chile a cuidar a sus padres hace tres meses y estará allí tres meses más. Verónica, del primer piso, la cuidadora principal de Wuichol, el gato perfecto (y, en ausencia de Yasna, de ambas mascotas), representa a México en una conferencia Waldorf en Bogotá, Colombia. Asumí el cargo hace 11 días y me quedan cinco más, pase lo que pase.

"La perra está enferma y el gato ciego" me suena a canción estilo "country", pero lo resume bastante bien. El gato, que no es completamente ciego, se salvó por tropezar con cosas de vez en cuando, se mueve bastante bien dentro y fuera. Esto incluye visitar sus lugares exteriores habituales cuando la puerta del patio se queda abierta y encontra el camino de regreso. La semana pasada escribí sobre no querer gatos salvajes en mi vida. Wuichol tiene una personalidad profunda.

Canela ha tenido una alergia cutánea intermitente durante meses, ya que hemos probado varios remedios homeopáticos y herbales. Cuando empezó a lamerse la zona de las ubres, se asumió que también le picaba. La zona se inflamó. Hubo algo de pérdida de piel. El último mes, empezó a gotear plasma, un líquido transparente y ligero. Una amiga veterinaria vino a verla. Verónica tenía mucho que hacer, incluyendo mantener limpia la ropa de cama de la perra, lo cual era especialmente difícil con la lluvia, ya que tenía que tenderla al aire libre.

Después de unos días haciéndome cargo de la situación, hice sonar la alarma. No era solo una alergia. Tenía, y todavía tiene, una gran bolsa, una especie de tumor colgando de su vientre. Canela y yo fuimos a Pet Vet. Recomendaron una cirugía para extirpar todas las glándulas mamarias de un lado. Cuando le envié una foto, la amiga de Vero, la veterinaria, se sorprendió de lo rápido que había crecido (mala señal). Verónica quiere volver a casa antes de la cirugía (y no quiero ser el principal responsable de una perra vieja y post-operada), y luego está el tema del dinero. Un conocido médico, con quien me encontré dos veces recientemente paseando a la perra, me comentó otra opción: "un veterinario muy bueno, que cobra precios mexicanos, no gringos".

Verónica, una roca, segura de sí misma y totalmente confiable, está disfrutando merecidamente de sus vacaciones de trabajo en Bogotá. Está lista para poner manos a la obra a su regreso, pero ¿qué puede hacer desde Colombia? Yasna está comprensiblemente ansiosa. Es muy buena persona, y me alegra apoyarla en este momento de angustia. Pero algunos de sus esfuerzos, como enviarme mensajes a medianoche, a las 3 de la mañana (hora de ella), para programar citas con el veterinario al día siguiente, son innecesarios. No habrá cirugía antes de que Verónica regrese el martes.

Yo estoy aquí, en las trincheras, manteniendo todo en marcha, higiénico, aunque no del todo limpio. Hay un montón de detalles, incluyendo la ropa, frecuentemente mojada, que Vero diseñó para Canela para sujetar la zona, para mantener las toallas sanitarias en su lugar y evitar que se la lama... y todos los remedios caseros. Todo esto tiene como objetivo que Canela esté cómoda, dándole cariño. Pero significa que pasé de trabajar todo el tiempo en casa a trabajar todo el tiempo y más aquí.

¿Y mis sentimientos? Entre tomarle la mano a Yasna a 4800 kilómetros de distancia y mantener todo en orden, no tengo tiempo para eso. Mi apego emocional a Canela es menor que el de Verónica o Yasna, pero sigue siendo significativo. A esto momento, me alegra poder encontrar fácilmente dónde escribir algo en el desorden que ha causado mi mudanza (no viajo ligero en estas situaciones), secar la ropa antes de que llueva por la tarde y poder mantenerme al día con mi calendario de publicaciones; el espectáculo debe continuar. Mi hija, siempre es de gran ayuda, me dijo anoche con sagacidad: "Estabas fuera y no pudiste ayudar a salvar a tu gato. Ahora tienes la oportunidad de ayudar la perra que amas".

***

Me gradué de la universidad en diciembre de 1978. En febrero, viajaba en un autobús Greyhound rumbo a la Costa Oeste para explorar las facultades de medicina naturopática. En agosto, estaba a punto de empezar la universidad en el hermoso condado de Sonoma, a diez minutos del océano, bajo las secuoyas del río Ruso. Un día, por aquel entonces, estaba en San Francisco subiendo y bajando las escaleras frente a su casa, ayudando a Richard Mann, un futuro colega mío, a cargar sus pertenencias en un camión de mudanzas.

Con eso hecho, nos subimos a la cabina del camión y me dijo: "Te voy a llevar a un lugar especial". Luego cruzamos el Puente de la Bahía hacia Oakland, a un enorme pabellón deportivo, un lugar con un techo abovedado muy alto y suelo de tierra, con un interior completamente abierto, donde se practican deportes de exterior. Allí se habían instalado miles y miles de sillas plegables para el público que venía a escuchar al Dalai Lama. Yo no había oído hablar del Dalai Lama. En aquel entonces, todavía hablaba con un traductor. El lugar se llenó. Muy cansado de cargar el camión de mudanzas, me senté en una silla junto a Richard y escuché a Su Eminencia lo mejor que pude.

En un momento dado, el Dalai Lama pronunció lo que luego supe que era un adagio budista. Dijo: "Si hay un problema y se puede hacer algo al respecto, no hay de qué preocuparse. Y si hay un problema y no se puede hacer nada al respecto, tampoco hay de qué preocuparse". Obviamente no estaba listo para tal iluminación. Lo último que recuerdo, antes de quedarme dormido en el hombro de Richard, fue pensar: "Este tipo lleva demasiado tiempo en la cima de la montaña. Si hay un problema y puedes hacer algo al respecto, claro que no te preocupas. Lo haces. Y si hay un problema y no puedes hacer nada, pues es triste, pero no te preocupas. Solo te preocupas de verdad cuando hay un problema y no sabes si puedes hacer algo al respecto o no".


Canela y Yasna
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No estoy seguro de cómo estará Canela, una perra vieja, después de la cirugía, ni de si el tumor es maligno. Pero me reconforta saber que estoy haciendo, y que estamos haciendo, todo lo que se puede hacer... ojala

Hay otro dicho budista, sobre ir paso a paso, hacer las cosas: "Antes de la iluminación: cortar leña y acarrear agua. Después de la iluminación: cortar leña y acarrear agua".

Necesito secar la ropa mientras aún hay sol y entregarle este artículo a mi traductor antes del mediodía.

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