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Dr. Atl, El Olvidado Pionero del Muralismo Mexicano

Por Alberto Lenz

La Revolución Mexicana de 1910 fue un movimiento social de ruptura y cambio que se gestó en todos los frentes de la sociedad y que involucró a todos los sectores sociales. Así, mientras los intelectuales, los profesionistas independientes y los pequeños y medianos empresarios vieron en la Revolución la posibilidad de terminar con la dictadura política de Porfirio Díaz, cada vez más represiva, los campesinos y los obreros se lanzaron a la lucha armada para terminar con las condiciones de trabajo prácticamente esclavistas que predominaban en las haciendas, las minas y las primeras fábricas industriales.

Los artistas mexicanos de principios del siglo XX también levantaron su voz para impulsar una revolución artística acompañante de la revolución social. Estos artistas se manifestaron en contra del agudo conservadurismo académico imperante en esa época y se pronunciaron por buscar un nuevo camino dirigido a generar un arte “popular y socializado”, ligado a temas y problemas nacionales. Un “nuevo arte mexicano” que expresara los ideales e intereses de la sociedad revolucionaria que nacía, que recuperara las tradiciones culturales del pueblo y las expresiones artísticas precolombinas y que fuera un elemento primordial para crear “una nueva civilización extraída de las mismísimas entrañas de México”.

En todo este escenario de cambio y gestación, los nombres de los grandes muralistas, Siqueiros, Orozco, Rivera, O´Gorman, Charlot, aparecen ocupando el primer plano de la historia. Sin embargo, el impulsor inicial del movimiento artístico que desembocaría en el muralismo mexicano fue Gerardo Murillo, conocido por su sobrenombre, “Dr. Atl”.

Hombre de muchísimos talentos e intereses, lo mismo dedicado a la pintura que a la literatura, la filosofía, la astronomía, la planeación urbana y la vulcanología, el Dr. Atl fue un activista comprometido con la Revolución Mexicana que participó en la lucha organizando batallones, publicando folletos y periódicos (en los que también participaron Orozco y Siqueiros) y recaudando recursos económicos para financiar a los ejércitos revolucionarios.

Nacido en la ciudad de Guadalajara en 1875, Gerardo Murillo inició su aprendizaje en el arte en las ciudades de Roma y París, gracias a una beca otorgada, paradójicamente, por el Presidente Porfirio Díaz. Estando entonces en Europa, entró en contacto estrecho con pensadores de izquierda, particularmente marxistas y anarquistas, lo que a su vez lo llevó a sus primeras participaciones en rebeliones civiles, como la huelga universitaria del año 1900 en Roma. Pero lo que sin duda fue más importante para el desarrollo de las propuestas artísticas de Murillo, fue su inserción plena en la comunidad artística internacional de París, asentada en aquél entonces en las colinas de Montparnasse.

Gerardo Murillo regresa a México en 1903 vestido con una cierta notoriedad como pintor, ya que con un célebre “Autorretrato” había ganado la Medalla de Plata en el Salón de París, celebrado en 1900. Pero sobre todo regresa con el espíritu de experimentación de las vanguardias europeas y también con la ferviente idea de hacer renacer en México un arte monumental, inspirado en este caso por los grandes murales del Renacimiento italiano.

En 1906, publicó un “Manifiesto” en el que llamaba a los artistas mexicanos a tomar las vías de un arte público ligado a la búsqueda de la identidad nacional y a los problemas del pueblo. Sobre este documento, nos dice Siqueiros: “A los artistas adultos y a los profesores de la antigua Academia de San Carlos no les interesó el manifiesto del Dr. Atl, fuimos los estudiantes universitarios, entonces adolescentes o casi niños, quienes recibimos el mensaje”.

Hombre de acción, Murillo pasa pronto de las ideas a los hechos y en 1910 organiza, de manera rápida, improvisada y sin apoyo oficial alguno, una primera gran exposición de cincuenta pintores y diez escultores mexicanos promotores del cambio artístico, haciendo esto como respuesta a la principal exposición oficial, curiosamente integrada sólo con obras de artistas españoles, organizada por el gobierno porfirista para conmemorar el Centenario de la Independencia Nacional.

José Clemente Orozco, quien participó en esta trascendente exposición, narra que el Dr. Atl logró integrar una muestra dinámica, variada e innovadora del quehacer de los artistas mexicanos de la época. Y esta exposición no sólo alcanzó gran éxito de público sino que se convirtió en la plataforma del grupo de artistas denominado “Centro Artístico”, surgido a partir de ella con el propósito explícito y prioritario de conseguir muros en los edificios públicos para pintar obras murales.

La vida del Dr. Atl estuvo siempre definida por sus múltiples intereses intelectuales y por un cierto torbellino de pasiones que marcaría prácticamente todas las dimensiones de su existencia. Famosa es su tórrida relación con Nahui Olin, con quien convive durante un tiempo en una humilde habitación en la azotea del Convento de la Merced de la Ciudad de México.

Famosa es también su obsesión por los volcanes, a los que estudia con rigor científico y pinta con maestría excepcional, creando obras que representan quizás su mayor legado como pintor. Y no hay que olvidar sus grandiosos paisajes pintados como vistos desde un avión, sus célebres “aeropaisajes” que sin duda fueron muy innovadores dentro del género de la pintura paisajística.

En la historia del arte moderno mexicano, el Dr. Atl aparece con toda justicia como el pionero intelectual del movimiento muralista mexicano, junto con José Vasconcelos, Secretario de Educación Pública en el gobierno posrevolucionario de Alvaro Obregón, quien se encargó de canalizar los muros y los dineros públicos a los artistas del naciente movimiento. Sin embargo, la escasa obra muralista del Dr. Atl, ha desaparecido y es poco significativa de su quehacer artístico. Cuando ya el muralismo estaba en plena marcha y surgían los primeros grandes murales, el Dr. Atl parece haber tomado distancia del movimiento pues no se insertó en los grupos de artistas que surgieron para desarrollarlo. Sus primeros grandes murales, realizados al comienzo de la década de los veinte en el Ex Colegio de San Pedro y San Pablo de la capital mexicana, fueron destruidos y sólo se conservan algunas fotografías de ellos. En buen estado pero muy poco conocido por el público, se conserva un mural menor, titulado “Vista Panorámica de la Ciudad de Puebla”, ubicado en uno de los patios del Castillo de Chapultepec, obra en la que el Dr. Atl plasmó su gran interés por la arquitectura colonial. Pero lo cierto es que no sería él, el artista genial de vanguardia, comprometido con el cambio y promotor del nuevo arte mexicano, quien llevaría el muralismo a los muy altos niveles que este movimiento alcanzó con los grandes maestros que le siguieron.

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Alberto Lenz es un artista residente en San Miguel de Allende dedicado a la escultura, la pintura y la arquitectura. De manera reciente, está trabajando también en el diseño de joyería y textiles, bajo su marca de XIDO-Estudio. Está impulsando también el proyecto del HUB CREATIVO de San Miguel, para desarrollar las industrias creativas en la ciudad.

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